“¡Somos peregrinos!”, exclama María Fernanda Hurtado, quien explica que los miembros de su grupo ya han tomado conciencia de lo que significa ser peregrino en su experiencia caminando tras los pasos de San Juan Pablo II.
La experiencia de peregrinar puede suponer algunas dificultades. Lyanne Blonk, de los Países Bajos, está adentrándose en las vidas de los miembros de su experiencia que proceden de iglesias católicas orientales. Lyanne cuenta que “hoy nos hemos quedado sin agua corriente, y parece que seguiremos así en lo que queda de experiencia. Esto afecta a casi todo lo que hacemos, pero también ayuda a derribar barreras entre nosotros”.
Pero incluso dificultades de este tipo puede suponer una bendición, como ella misma explica: “esto nos ha acercado más a la gente del pueblo cercano, que nos han invitado muy amablemente a darnos una ducha y nos han traído algo de comida. Es una experiencia muy humillante, pero liberadora al mismo tiempo: ¡cuanto más difícil se hace ocuparnos de nuestras necesidades básicas, más enriquecedor se vuelve nuestro tiempo juntos!”.
Los peregrinos describen la gran variedad de sus diferentes experiencias, como Kate Hannick, procedente de EEUU. “¡La experiencia 71 es una aventura en barco! Hemos pasado estos días metidas ocho personas en un barco de ocho metros. Dormimos, trabajamos, comemos y rezamos todo juntos en un espacio tan pequeño”.
La experiencia de Hannah Bendiksen, “Fluyendo,” se centra en la danza como medio de rezar. Implica una oración de meditación personal, arte y artesanías, clases de danza contemplativa y diferentes clases de bailes típicos impartidas por los propios participantes de MAGIS. “La danza se ha convertido en nuestro idioma compartido mucho más de lo que esperaba. Cuando un paso de baile es difícil, me descubro a mí misma buscando con la mirada a otros por la habitación, intercambiando gestos de complicidad o risas por la torpeza del primer intento”, comparte.
“Intentamos enseñarnos entre nosotros movimientos de bailes típicos, del mismo modo que intentaríamos enseñarnos algunas palabras de nuestros idiomas. No solo estoy aprendiendo nuevos tipos de danza, sino que también estoy aprendiendo cómo mostrar respeto por la cultura de otros a través de mi dedicación a las coreografías de los demás. Estoy aprendiendo cómo invitar a Dios en los movimientos tranquilos y relajados, pero también en los bailes más intensos y graciosos que descubro con mis nuevos amigos”.
Y, por otra parte, hay experiencias como la de Stephanie Mangion, de Malta. “Nuestra experiencia es siempre una nueva sorpresa. Nos despertamos por la mañana y le preguntamos a nuestra líder: ¿Qué vamos hacer hoy? Hemos hecho muchas cosas diferentes. Una ha sido trabajo manual, como jardinería y limpieza de cobertizos, y otra actividad consistió en jugar con niños”.
Silvia Ťapáková, de Eslovaquia, está trabajando con gente mayor en su experiencia, titulada “Nos necesitamos”. “ En nuestra experiencia con los ancianos, salimos a dar un paseo, jugamos con ellos, les damos la comida o simplemente escuchamos sus historias, incluso aunque varios de nosotros no entienden ni una palabra de polaco”, dice. “La verdad es que se ve cómo nuestro grupo disfruta mucho con el trabajo, podría decir que sentimos una llamada a hacer esto. Nos lo pasamos bien con la gente mayor; quieren ser jóvenes y es realmente divertido verlos actuar como si lo fueran, jóvenes y ágiles”.
Podemos aprender mucho de los ancianos, como apunta Silvia. “A pesar de ser mayores, están llenos de vida, de esperanza, de sabiduría, y están preparados para transmitirlo. No solo eso, sino que aprendemos a ser pacientes y no agobiarnos con las prisas. Y eso es muy importante en este mundo”.
Maria Casey está en una experiencia de liderazgo en la que los participantes discuten acerca de los fundamentos que convierten a alguien en un buen líder, según la situación del país de cada uno de los miembros del grupo. “Es genial actuar como representante de los EEUU y verme expuesta a las distintas perspectivas de otros países. Y me sorprende además caer en la cuenta de las particularidades culturales de los EEUU”, explica.
Así pues, por medio de estas experiencias, los peregrinos también han aprendido cómo marcar la diferencia en el mundo, o al menos en su pequeña porción de él.
“Hemos aprendido que no es necesario llevar a cabo cambios radicales de vida para servir a los demás y extender el amor de Jesús”, comenta Courtney Loughlin, también estadounidense. “El servicio puede lograrse a pequeña escala y dar así mucho fruto”.