MAGIS no es una experiencia al margen de los miedos y dificultades de la vida, de lo que los peregrinos son bien conscientes.
Muchos peregrinos han hablado acerca de sus preocupaciones en torno a la enorme y, en ocasiones, abrumadora cantidad de gente en MAGIS. “Muchas veces creemos que los miedos inhiben nuestra capacidad de darse a sí mismo y a los demás”, confiesa Winston Andres Zavala Alarcón, de Ecuador. Jeff Sullivan, estadounidense, coincide: “Creo que para mí el mayor desafío llegó con las actividades del inicio de MAGIS”, y añade: “los encuentros de masas pueden ser difíciles para las personas introvertidas”.
Sin echarse atrás, los peregrinos han superado sus obstáculos para encontrar los tesoros escondidos, compartiendo la alegría por la nueva perspectiva que MAGIS ha supuesto en sus vidas. “Muchos de nosotros teníamos miedo al silencio. Vivimos en un mundo que nos habla sin parar”, dice María Fernanda Hurtado, cuyo grupo durante la experiencia ha tenido que salir en caminatas de una hora de silencio a solas. Aunque al principio se mostraron inquietos, los peregrinos han podido llegar a descubrir el fruto de la experiencia.
Nadine Guyo ha descubierto un nuevo orden en sus prioridades, aunque teme que se vea puesto seriamente a prueba cuando vuelva a casa. “MAGIS me ha marcado un nuevo objetivo: construir mi relación con Dios y los demás. Me preocupa que pueda perder esto de vista cuando en casa vuelva a una vida acelerada y llena de distracciones”, reconoce.
“Creo que aquí hemos aprendido a priorizar y valorar qué actividades realmente nos dan vida y nos pueden llevar a una relación más profunda e íntima con Cristo”, apunta Maria Casey. “Cuando vuelva a casa en Milwaukee, me propondré ser fiel a este orden para discernir a qué debo dedicar mi tiempo”.
Karl Gebrael, de Líbano, describe otros regalos de su tiempo como peregrina: “los lazos se van haciendo más y más fuertes”. “Ha sido en el círculo MAGIS de hoy cuando finalmente la gente ha comenzado a compartir acerca de sus historias personales y familiares, más allá de MAGIS. Las barreras del idioma, la cultura, la raza y el desconocimiento han caído, dejando lugar a la transparencia y la intimidad”, comenta.
Bardawil Bardawil, también de Líbano, añade: “ahora, cuando la experiencia está cerca de acabar, los mayores retos son hacer una buena actuación en nuestro concierto, y decir adiós a gente con lo que te has alegrado de encontrarte cada día y compartir cada paso, cada risa, cada llanto y, lo más importante, cada oración”.
“El Espíritu Santo puede ser duro”, comparte Cathy Dante, procedente de EEUU. “En nuestro pequeño grupo nos hemos encontrado repetidamente desafiados por la experiencia -interpretando representaciones, pensando acerca de nuestro futuro, probando nuevas comidas (sabrosas, pero desconocidas), y tratando de reemplazar la lavadora-. Pero, en medio de todo ello, nos reconocemos respondiendo y haciendo cosas que nunca habríamos pensado posibles, como hablando en Misa en otros idiomas, perdonando tras mucho tiempo o considerando una vocación. ¡Vamos, Espíritu Santo!”.
MAGIS no ha estado exento de retos, y los participantes no han sido inmunes al miedo. Al acercarse al final de la semana, no obstante, muchas de esas dificultades han desaparecido.
“Sé que Dios tiene todo en sus manos”, dice Silvia Ťapáková, de Eslovaquia. “Así que no hay razón para el miedo”.