#11. ¿Has intentado llevar a cabo una misión ayudando a quienes están necesitados junto con un grupo parroquial?
¿Has participado, alguna vez, en algún tipo de misión para ayudar a quienes más necesitan con un grupo de parroquia?
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor,
y estuvo enseñándoles largo rato. Como se había
hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron:
«Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar
algo para comer». Él respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Ellos le dijeron: «Habría que comprar pan por valor
de doscientos denarios para dar de comer a todos».
Jesús preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan
a ver». Después de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes y dos pescados». Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos,
sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados,
y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos
para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente. Todos comieron hasta saciarse,
y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.
La lectura de hoy es del Evangelio según San Marcos (Marcos 6:34-43)
Dzisiejsze Słowo pochodzi z Księgi Rodzaju (Rdz 32, 25 - 29)
El contacto con las necesidades de los otros nos hace ser conscientes de nuestras propias limitaciones.
En este momento nos damos cuenta de cuán pocos recursos y habilidades tenemos
y de que hasta nos falta la paciencia y la amabilidad normales.
Pasa que somos pobres, que nuestra pobreza reside en el hecho de que no sabemos cómo ayudar.
Intenta recordar si has atravesado alguna experiencia de este tipo.
Jesús, antes de multiplicar el pan y los peces, le dijo a sus discípulos que lo que tenían era, definitivamente, “muy poco”.
Él tomo ese “poco” de ellos y lo multiplicó milagrosamente.
Ofrécele a Jesús con tus propias palabras ese “muy poco” que ves en tu familia,
en tu parroquia o en cualquier otra de las comunidades en las que participas.
Durante la Eucaristía, el Espíritu Santo transforma el pan en el Cuerpo de Cristo.
Algo muy parecido nos pasa cuando ayudamos a quienes nos necesitan.
El Espíritu Santo nos transforma verdaderamente en Iglesia -Cuerpo de Cristo;
del cual, nosotros somos extensiones de su misión en el mundo.
Pregúntale al Espíritu Santo, con tus propias palabras que te muestre cuál es tu misión en su Iglesia.